¿Entonces yo sería el primerizo negado?, no puedo afirmarlo, pero entre Alcira y Olinda había mucho resquemor, yo en el medio de esa primera la guerra familiar que me tocaba vivir.
La Tía Olinda debo admitir que era muy inteligente y buen temple, por ella tengo gran admiración: su comprensión y sabiduría. Siempre en contacto y por medio de ella me enteraba muchos “intriculis” (término usados por nosotros para decir algo difícil, enrollado, conflictivo) de la familia. En su apartamento en Bello Monte, Chacao, recuerdo edificio Noris, mientras ella preparaba picaba las cebollas, los ajos comentaba sobre Alcira cuando era pequeña: “Ella sufrió una meningitis a los 4 años y estuvo a punto morir, mi mamá la metió en una bañera con hielo, bajó la fiebre y la llevamos al hospital Vargas, allí quedó en observación, al darle de alta muy enfermita y comenzó a padecer de ataques de epilepsia, para toda la vida” , _continuó_ “Nunca conocimos a nuestro padre y no tuvimos educación, y ella quedó medicada de por vida con fenobarbital y epamín que eran difíciles de conseguir para mas cuento…” .
Cuando ella convulsionaba me acercaba y miraba a la abuela que la masajeaba por la espalda, la tranquilizaba con tiernas palabras hasta que pasara el episodio. Alcira al no poder estudiar ni trabajar por la epilepsia, no tuvo ese contacto tan importante como lo es la escuela ni el trabajo. Sabía leer, matemáticas y resolver crucigramas. Pero su tiempo lo ocupaba en oír la radio, asomada en la ventana, leyendo la prensa o sacando cuentas infinitas en un cuaderno. Nunca aprendió un oficio por el cual su madre la mantenía y luego supe que no tenía documento de identidad, no sé por qué razón la abuela no la registró en Cumaná.
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